Santiago Acosta Rajbe, venezolano hermano de una de nuestras colegialas, estudiante de Derecho en la Universidad de Caracas, donde además es consejero universitario, en un momento donde la situación en Venezuela se tambalea y los jóvenes estudiantes se sienten responsables de hacer algo por cambiar la situación.
Venezuela, hogar para muchos todos estos años representa una incógnita, uno nunca sabe qué vaya a pasar. Cuando crees que no puede haber algo peor el cupo de CADIVI es limitado aún más, o el proceso de inscripción en el CNE te pone cada vez más trabas. Las noticias se pelean a muerte por estar en la primera plana de los periódicos, que además de pocos son censurados, al punto de que el filtro es tan selectivo que hay sucesos de los que nunca nos enteraremos. La restricción genera escasez, la escasez genera cola, la cola genera caos, y el caos genera el descontento; descontento del que tanto el venezolano se queja, pero que al final se queda de brazos cruzados, ya sea por miedo, indiferencia o simplemente por no saber qué más hacer, pero nuestro tertuliano se niega a aceptar.
A pesar del infierno que describe a Venezuela, y que en ella encontramos piezas como el caos, el desorden y la violencia, que inevitablemente forman parte de lo que es a día de hoy el venezolano, y del día a día que padecen. También forma parte de su esencia el buen humor, y el carisma que les representa. Es ese sentimiento nacional que abarca el orgullo venezolano, que no les hace querer irse de su país, y que aún al que se fue, le hace querer volver.
Antes de acabar la tertulia Santiago nos invitó a hablar, a quejarnos, a defender aquello en lo que creemos, sin protestas infundadas, sino con verdadera conciencia, y se fue contento sólo de pensar que una de nosotras lo haría, yo a continuación pensé “yo con 22 años me preocupo por qué me voy a poner mañana para ir a clase, y él con 20 está defendiendo los derechos de su país y su gente, hay algo que estoy haciendo mal, y efectivamente tenemos que hablar, no vale conformarse”.